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El vino y el amor es un maridaje histórico

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" donde no hay vino no puede haber amor "

Eurípides

El vino forma parte, junto al amor, de las delicias de la vida. El vino se relaciona con los placeres sensuales y el beber bien pertenece a la cultura del erotismo.

El vino que compartimos en una mesa para dos, muchas veces se convierte en nuestro preferido, no por el gusto del vino sino por el de los labios que lo acompañan. San Valentín es la gran excusa para celebrar el amor por el vino con nuestro amado o amada. Es verdad que muchas de las botellas que se abren corresponden a este romanticismo del vino. ¿Quién no ha descubierto en su primera cita la pasión que hay detrás del vino?

El vino y el amor es un maridaje histórico. Dionisos era dios de la embriaguez divina y el amor más encendido. Las mujeres eran las más fieles seguidoras del dios, en forma de nodrizas, amantes o frenéticas bacantes. Este dios, propiciador de placeres, goza de una vida muy promiscua en las historias ancestrales. Sus más famosas conquistas son la mortal Ariadna y la diosa del amor profano, Afrodita-Venus. Jugar al amor cuando se está ebrio es una usanza casi tan antigua como el mismo vino. Los “Octavos”, juegos originarios de la Grecia Magna, eran ritos erótico-dionisíacos que consistían en beber tantas copas de vino como letras formaban el nombre de la amada. Así, el banquete griego, que en un principio utilizaba el vino para filosofar, se sexualiza.

Ovidio anticipó el ritual que se desarrollaría en las bacanales romanas con su sentencia: “con amor, el vino es fuego”.

En el Antiguo Testamento la vid es símbolo de fertilidad y también de reproducción humana. Lot es emborrachado por sus hijas porque éstas no quieren que se extinga la especie y así pueden copular con su padre. En la tradición judío-cristiana el vino es visto de manera positiva como creador de uniones. Pero en este capítulo de Lot y de sus hijas demuestra como el mosto fermentado, bebido con desmesura, lleva a cometer actos impuros.

Prosiguiendo en la historia del erotismo del vino, la poesía persa en boca de Omar Khayâm implica el hedonismo de beber y de amar. Después, la mística sufí recogerá esta tradición para llegar a la divinidad, perpetuando la imagen del vino como potenciador del amor.

Así, en la Edad Media, encontramos cómo el Arcipreste de Hita, en El libro del Buen Amor, nos cuenta cómo Venus y Bacus son inseparables compañeros. Giacomo Casanova en Histoire de ma vie escoge a modo de maridaje los mejores vinos para conquistar a las mujeres. El vino está íntimamente ligado al imaginario del placer en el siglo XVIII y, a partir de ello, se define el rol social que tiene en la actualidad.

Pensemos en la publicidad, en cómo los anuncios de alcoholes siempre aluden al mito primigenio de Dionisio donde la noche, el vino y la música acercan a las mujeres y los hombres. Una cita con un buen vino da pie a hablar de amor, y tal vez a tomar una última copa, aunque esta ya será en otro ámbito. El vino nos acerca al amor y nos obliga a compartir una botella llena de sentimientos sobre todo si es con los mejores vinos Fandos & Barriuso.

Ya nos advirtió:

todos somos mortales, hasta el primer beso y la segunda copa de vino”.

Eduardo Galeano

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